lunes, 1 de octubre de 2007

Más y más argumentos

Milenio Diario, lunes 1 de octubre de 2007

El panismo, mal congénito
José Luis Reyna

La alternancia política de 2000 trajo consigo una nueva clase política, diferente a la que rigió los destinos de este país por más de siete décadas. La encabezó Vicente Fox cuyo desempeño se discute hoy en medio del escándalo y la vergüenza. Su presunto enriquecimiento ilícito es un ángulo del problema. El desastre en que dejó al país es otro: rompió con ejes básicos de la institucionalidad política del país. Fox, junto con su cónyuge, actuaron como terroristas que dejaron al Estado en una condición precaria y lastimosa. Es indudable que el PRI había concluido su ciclo histórico en el poder. Pero es lamentable que haya sido sucedido por una clase y un partido que padecen de un mal congénito: su incapacidad para gobernar, aglutinar y llegar a acuerdos. El panismo es un segmento político fraccionado. El sexenio pasado y el que va del actual son pruebas al respecto.

La inevitable e indispensable investigación que está en ciernes concluirá si la pareja presidencial, sus familiares y sus allegados tienen responsabilidades penales. Por ahora baste plantear que la gobernabilidad y el sentido común estuvieron ausentes durante el sexenio anterior. Tan es así que el panismo dejó al país peor de como lo recibió. Revisemos, por ejemplo, su actuación en política exterior: destruyeron los principios de la doctrina Estrada que le ahorraron a México múltiples confrontaciones internacionales. Fox profanó la soberanía de Bolivia, Cuba, Venezuela y muy recientemente de Chile. Tuvo un caballerango, como ranchero que es, reencarnado en la figura del todavía presidente del PAN, el señor Espino, que cada día gana más repudio de la administración de Felipe Calderón.

El último desaguisado de la larga cadena de desatinos ocurrió a mediados del pasado septiembre en Chile. El señor Espino, con esa autoridad moral que cree tener pero de la que carece, instó al partido Demócrata Cristiano (DC) de Chile para dejar de ser un instituto político con inclinaciones “izquierdizantes” (El Mercurio, 17/IX/07). Cuestionó, además, la posición de ese partido que, según él, tendría que ubicarse más hacia la “derecha”, como correspondería a su plataforma política e ideológica.

La “recomendación” de Espino, presidente también de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), que agrupa a los partidos demócratas de esa orientación en América Latina, indignó a Soledad Alvear (quien visitó México la semana pasada), senadora chilena, ex contendiente en la última elección presidencial y actual presidente de la DC chilena, quien le respondió: “Espino desconoce la realidad chilena, se entromete en la política interna de Chile y es desleal con un miembro de la ODCA”.

La recomendación de Espino fue todavía más lejos, pues insinuó que sus aliados naturales tendrían que ser partidos que apoyaron la dictadura militar chilena (1973-1990), una de las más atroces de América Latina. Esos partidos, Renovación Nacional y el ultraderechista Unión Democrática Independiente, defendieron a Pinochet hasta el último minuto y avalaron, sin ambages, las violaciones a los derechos humanos que durante el largo periodo de Pinochet se cometieron. Por tanto, la posición de la senadora Alvear es clara y contrastante con la de Espino: impedir que la derecha gane espacios en el sistema político chileno. No es sorpresivo, por lo mismo, que el PAN haya recibido, el año pasado, con pompa y circunstancia al conservador José María Aznar, ex presidente del gobierno español para apoyar la candidatura presidencial de Calderón.

En los últimos días, además, Fox fue designado copresidente de la organización derechista Izquierda Demócrata de Centro (IDC), no sin la molestia de algunos de sus dirigentes. Con la designación de Fox resulta que dos panistas, Espino y Fox, tendrán control sobre dos de las organizaciones que agrupan a los partidos más conservadores del mundo. Por ello, Calderón ha empezado a mover sus piezas. Buscará que la presidencia del PAN quede en manos de un personaje cercano a él y no enfrentar a un dirigente hostil como lo ha sido Espino, ya para no mencionar a Fox, de quien necesita deslindarse a riesgo de que lo siga dinamitando. El encuentro entre Alvear y Calderón la semana pasada pudo acelerar los tiempos relacionados con la dirigencia del PAN, lo que explicaría la renuncia de Germán Martínez a su cargo en el gabinete.

El panismo no ha aprendido a gobernar. Y lo peor es que aquellos que lo han encabezado se encargan, con su quehacer cotidiano, que la gobernabilidad se convierta en algo titubeante en tanto que la confrontación, interna y externa, se dé con mucha naturalidad. Urgen correcciones rápidas y remedios contra el mal congénito del PAN.




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