miércoles, 25 de julio de 2007

PARA REFLEXIONAR SERIAMENTE

Reforma, lunes 23 de julio de 2007

Interlocutores...
Juan Enríquez Cabot

Habría que preguntarse... ¿es más peligroso intentar gobernar con opositores organizados o fragmentados? ¿Qué consecuencias puede tener el desarticular sin crear alternativas? O sea, qué consecuencias tiene perder la interlocución...

No hablo de un caso aislado. Hablo de caso tras caso, de un proceso sistémico. Los gobiernos del PAN siguen desarmando, desarticulando y defenestrando siete décadas de corrosivo PRI. Décadas de acuerdos, entendidos, cohechos, cotos de poder implícitos y explícitos que ya rebasaron su fecha de caducidad. Gradualmente los encargados y constructores de estos acuerdos han desaparecido, han perdido poder o han pasado a la semiclandestinidad. Ciertamente proceso necesario.

Pero al deshacer también hay que retejer y reconstruir. Esta labor ha sido menos exitosa. Es más fácil deshacer que construir, especialmente a una serie de opositores. Pero, al no rehacer y rearmar interlocutores en la oposición, el panorama político sigue plagado de fantasmas que enturbian el juego político.

El más notorio de estos espíritus es Déjˆ vu López. Otrora notorio interlocutor con la parte bronca del país, ahora de vez en cuando reaparece en Zócalo medio lleno, sacudiendo cadenas, intentando, de nuevo, asustar. En Los Pinoles, los asustados jóvenes de ayer, hoy se mofan y regocijan. Se oyen cantos... lo desarmamos, lero lero...

Quizás en medio de la fiesta, de la celebración, habría que reflexionar unos segundos para preguntarse a dónde acabaron todos los demonios, furias y espíritus que antes articulaba, canalizaba, representaba el ahora fantasma López. Toda esa energía, esperanza, enojo ¿ya desaparecieron, ya se desarticularon? O estamos viviendo la desaparición del interlocutor, mas no de lo que yace bajo la superficie, lo que dio a nacer a este interlocutor.

Si el caso López fuera único, pues a concentrar esfuerzos, a reconquistar a sus adeptos. Pero este caso es más bien síntoma de millones de esperanzas deshechas, de esfuerzos inconclusos, de impotencia. El país está plagado de fantasmas de interlocutores desarticulados. Deambula por Chiapas enmascarado espíritu, subcomandante de nada. Interlocutor tan devaluado que inclusive hasta su nombre abandonó. Pero de nuevo es válida la pregunta, la furia, el enojo, la frustración e injusticia que dieron lugar y poder a este interlocutor en particular... ¿ya se disiparon, ya desaparecieron, ya no hay reclamo válido ni fijón? ¿Todo en Chiapas es paz? ¿Todo fue de a mentiritas, guerra, como decía El Gurría, de tinta e internet? O queda, bajo la superficie, la furia que dio lugar a movimiento violento que hoy muchos desestiman. Y si alguna vez regresara la violencia, ¿habrá con quién negociar?

Algo similar ocurre con el narco y con el PRI. Dos instituciones de larga historia, alguna institucionalidad, complejas redes, permisos y consensos. Al deshacer, desarmar, desarticular no hay con quién o para qué negociar. No hay quién mantenga o imponga ni paz ni orden. En el narco cada vez ruedan más cabezas y cadáveres. Las treguas duran acaso días. La violencia se esparce por doquier y no hay con quién negociar un paro.

En la política de interlocución inexistente, cada góber se vuelve caudillo, cada narco cacique. El mandato único es mantener el poder frente a creciente violencia. Al no haber negociación o intermediación eficaz sólo el más fuerte y violento sobrevive y se reproduce. Se vuelven cada vez más poderosos y esenciales, dentro del PRI, liderazgos económicamente autónomos como el de Hank. No sobrevive el legítimo, el que consensa. Sobrevive el carnívoro ricachón.

En Oaxaca y Puebla se logró desintermediar los que aparentaban ser imparables movimientos. Muchos opositores, que no cedieron bajo amenazas y violencia, cedieron ante cataratas de dólares. Se desarticularon liderazgos. De ser ciudad sitiada y tomada, Oaxaca pasó a ser ciudad de "business as usual". Mismos contratos, mismos compadrazgos, misma elite mamando poder y presupuesto. Ni se diga Puebla. Triste Lydia Cacho deambula por el mundo recolectando premios de periodismo, pagando cuentas de abogados y caminando temerosa por peligrosas calles porque los demonios siguen no sólo sueltos sino con poder. En las más altas esferas de los tres poderes se sigue protegiendo pederastas y matones.

Pero bajo el agua, sin liderazgo, yace gran furia y frustración. Millones de ciudadanos han mandado el mensaje una y otra vez... esta situación, este líder, esta acción rebasa todo límite. Basta. Basta ya. En muchos casos vivales líderes han azuzado, o se han puesto al frente, de tales demandas. Y en casi todos los casos el gobierno todavía ha tenido el poder para neutralizar y descabezar al liderazgo. Pero ojo. Durante décadas el mensaje continuo, repetido, que recibe una y otra vez el descontento es ni te veo ni te oigo... y tu líder es un idiota ineficaz que se vende al mejor postor. La furia crece.

Hay, en el ambiente general, cierta amnesia. Al no haber interlocutores gritones azuzando masas en cada esquina y avenida, se vive aparente calma. Quienes ayer temerosamente murmuraban "es la última llamada, nos pasó cerquita, cerquita esta bala...", hoy celebran nuevos récords en la Bolsa de Valores, el monopólico encumbramiento del hombre más rico del planeta, el otorgamiento vitalicio de liderazgos sindicales y de concesiones privadas de bienes públicos. Si no se aprovecha la calma chicha que sigue a la primera tormenta, si no se resuelve el trasfondo, pueden surgir creciendo, sin liderazgo, macroproblemas.

En este ambiente todo es cuestionable y cuestionado. Al no haber ni oposición ni crítica legítima todo resulta creíble. No hay a quién mostrarle evidencia contundente para desarticular. El chino Zhenli puede decir lo que guste y no hay quién pueda generar ni articular verdad compartida. La verdadera historia se fragmenta en mil rumores, acusaciones, conspiraciones. No hay legítimo interlocutor que aclare o explique. En este caldo crecen todo tipo de animales, bacterias, infecciones que pueden ser mortales. No se puede limpiar ni desinfectar.

Muchos historiadores ya han argumen- tado que antes de 1810, antes de 1910, hubo brotes, síntomas, rebeliones, liderazgos e ideas reprimidas y desarticuladas. Duros gobiernos, defendiendo el statu quo, eficazmente descabezaron. Pero liderazgo muerto no significó, en estas ocasiones, furia disipada. Más bien, al finalmente darse conflicto pospuesto, fue tal el coraje acumulado que no hubo con quién o cómo negociar tregua a la sangría. Resulta pues que país lleno de interlocutores moribundos puede ser país peligroso...



Excelsior, lunes 23 de julio de 2007

El pasto social está seco
Agustín Basave

Cualquiera que haya visto la extensión de la pobreza y la profundidad de la miseria en México sabe que es un milagro que no tengamos más inestabilidad social

La primera vez que lo dije públicamente fue hace dos años y medio. En el programa Primer Plano, de Canal 11, advertí que si fructificaban los intentos de impedir a toda costa que Andrés Manuel López Obrador llegara a la Presidencia de la República la izquierda violenta crecería. Mi argumento era que muchos izquierdistas limítrofes que habían apostado a la vía electoral descreerían de ella y cruzarían la frontera. Después lo reiteré en varios artículos. Tras de la elección presidencial apareció la evidencia empírica que respaldaba mi razonamiento: 13% de la gente manifestó en una encuesta estar dispuesta a tomar las armas. ¿Una pequeña minoría? En México ese porcentaje representa más de un millón de personas y, aun restando a quienes expresaron un exabrupto pasajero, se trata de un contingente con el que ninguna guerrilla ha soñado jamás.

Cualquiera que haya visto la extensión de la pobreza y la profundidad de la miseria en México sabe que es un milagro que no tengamos más inestabilidad social. Las condiciones en que vive la mitad de nuestra población son moralmente inadmisibles y prácticamente insoportables, para quienes las padecen y para el país, y el gobierno no aspira más que a atenuarlas lentamente. Tenemos un gigantesco caldo de cultivo para la sublevación. Claro, ya se sabe que la desigualdad por sí sola no gesta rebeliones; se requiere adoctrinamiento, dinero, armas. Pero tenemos el ingrediente básico, y a manos llenas. Y no hay que olvidar que los revolucionarios no buscan sólo combatientes sino también bases de apoyo en las comunidades, sin las cuales no hay revolución que prospere.

He aquí el punto: una sociedad tan desigual sólo puede librarse de estallidos sociales con una política fina y limpia. Y lo que se hizo para detener a la izquierda entre 2004 y 2006, del desafuero a la campaña del miedo y los pactos electorales inconfesables, fue tan burdo y sucio que no podría sino alimentar a los grupos armados. No, no quiero decir que unos comicios aseados habrían moderado la postura ideológica de los extremistas, que descalifican la democracia liberal per se, y tampoco sugiero que el desaseo convierte automáticamente a los izquierdistas radicales en guerrilleros aunque su líder elija la resistencia pacífica; digo que es lógico que la base social de la guerrilla aumente con una elección que convenció a muchos de que por la buena nunca los van a dejar ganar. No se necesita ser experto en guerras prolongadas o en contrainsurgencia para preverlo; es una conclusión de sentido común.

Hace unos meses se cumplieron amenazas clandestinas. Hoy sabemos que el EPR se atribuye la autoría de los bombazos a los gasoductos de Pemex, y leemos reportes que afirman que difícilmente habría podido lograrlo si no hubiera recibido algún tipo de apoyo en las comunidades cercanas a los lugares del sabotaje. También presenciamos un resurgimiento de las acciones beligerantes de la APPO en Oaxaca porque el problema, en sus causas de fondo, sigue sin resolverse. ¿Casualidades? Aunque es temprano para apreciar los efectos del desenlace electoral del año pasado en la actividad subversiva, vale preguntar: ¿nada de lo que ha ocurrido puede relacionarse con el epicentro del 2 de julio? ¿La persistencia del conflicto oaxaqueño no tiene que ver con la permanencia de Ulises Ruiz como gobernador, producto de la defensa que de él ha hecho el PRI y de su apuntalamiento por parte del gobierno y del PAN?

Es momento de definiciones. Más allá de la estupidez que cometieron quienes se opusieron a la mala a su triunfo electoral, la izquierda debe condenar inequívocamente todos los actos de violencia y refrendar su compromiso con la democracia. Y sobre todo, el gobierno de Felipe Calderón está obligado a ir a la raíz de los problemas políticos y sociales del país superando la tentación de crear un nuevo partido de Estado e impulsando algo más que una reforma hacendaria que intenta rebasar por la izquierda y se frena cuando ve venir a un tráiler en sentido contrario. Si pretende rescatar su alma del monte de piedad fáustico, en vez de pagar facturas tiene que impulsar una reforma verdaderamente redistributiva, lo cual presupone poner límites éticos a sus pagos legislativos y revertir sus alianzas preelectorales con los poderes fácticos. El increíblemente verosímil escándalo de Ye Gon está destapando una cloaca y con ello una oportunidad de combatir la corrupción. En todo caso, lo que para un mandatario sería una reivindicación personal, para los mexicanos representaría la preservación de nuestra precaria cohesión social.

Existen gérmenes de ingobernabilidad que podrían crecer hasta dar al traste no con un gobierno sino con el país entero. Apenas asoman la cabeza, ciertamente, pero es ahora cuando se les debe contrarrestar con inteligencia política y sensibilidad social. La violencia es tan costosa que quienes la preconizan tienen que recurrir a la utopía para justificarla: el daño y el sufrimiento que provoca en todos los sectores de la sociedad sólo valdrían la pena si trajeran consigo el paraíso terrenal. Pero nada de eso está claro para quienes no tienen con qué alimentar o curar a sus hijos. Por eso, aunque la generalización del reclamo violento de justicia no sea inminente, mal haríamos en soslayar un hecho incontrastable: el pasto social está seco.