MÉXICO, DF, 24 de noviembre (apro).- Con una economía semiparalizada y hacia la recesión, como ya lo anticipa el banco Merryl Lynch --cuyas evaluaciones suelen ser Biblia de los tecnócratas--, con la consecuente alza en el desempleo y el auge de la inflación, México afronta un futuro espeluznante en medio, además, del reguero de cadáveres y la indefensión ciudadana ante el crimen por una demagógica "guerra" que, salvo los jilgueros del régimen, todos saben que está perdida.
Y cuando están a punto de cumplirse los cien días para evaluar el acuerdo contra la inseguridad, que no tendría que haberse firmado en tanto que la seguridad es un deber intransferible e irrenunciable de los órganos del Estado, Felipe Calderón ha dado otra muestra --por si alguien todavía no ha entendido-- de que el sello de la casa es la impunidad: Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal, es un policía íntegro y eficaz.
Según Calderón, García Luna no nada más tiene "gran capacidad" como responsable de la prevención de los delitos, que es uno de sus deberes, sino que puede estar rodeado de funcionarios corrompidos por las bandas del narcotráfico, de manera preponderante el cártel de Sinaloa, y ser un oficial inmaculado.
"Evidentemente si hubiera alguna duda de su probidad o, más aún, algún elemento probatorio que descalificara esa probidad, seguramente no sería secretario de Seguridad Pública", dijo Calderón en la abierta defensa de García Luna, cuya biografía policiaca ha estado vinculada siempre a la corrupción y a la complicidad con el crimen.
Casi en los mismos términos en que lo hizo con otro de sus incondicionales, Juan Camilo Mouriño, ya fallecido, Calderón envió --para quienes no lo han entendido-- un mensaje muy claro: nada procederá contra García Luna, ya no las cartas que, con claros señalamientos, le envió --ahora se sabe que inútilmente-- Javier Herrera Valles, excomisionado de la Policía Federal Preventiva (PFP), sujeto a arraigo, sino tampoco la abundante información que de él tiene el Ejército.
Aun si hay pruebas en su contra --y las hay--, García Luna está ya revestido de la impunidad, aun cuando sea removido --como lo será-- de la Secretaría de Seguridad Pública. Porque, en efecto, las palabras de Calderón son, también, parte de un 'arreglijo' para darle una salida "digna" a ese personaje que tiene, como pocos, abundante información sobre el grupito que se hospeda en la residencia oficial de Los Pinos.
Aun cuando el Ejército dispone de información sobre las reuniones con Joaquín El Chapo Guzmán, el capo que se fugó del penal de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco, cuando el responsable era Jorge Tello Peón --ahora flamante asesor de Calderón--, y de la más reciente reunión con Arturo Beltrán Leyva, García Luna cuenta ya con el aval del titular del Ejecutivo para, por ejemplo, irse a disfrutar de los millones ilegalmente obtenidos en algún país de Europa.
De manera que el próximo exsecretario de Seguridad Pública se impondrá, además, en el pleito que desde el principio de la gestión de Calderón sostiene con Eduardo Medina-Mora, otro personaje que acumula cuentas pendientes no sólo por haber desmantelado los servicios de inteligencia del gobierno, cuando fue director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), sino como sucesor de Ramón Martín Huerta en la SSP federal, cuyo asesinato, en septiembre de 2005, hizo claudicar de plano al gobierno de Vicente Fox ante el crimen.
Así, aun cuando García Luna sea removido del cargo, queda claro que gozará de la impunidad que Calderón ya anticipó, aparte de la que le puedan brindar las organizaciones ciudadanas que él pudo cooptar, como México Unido contra la Delincuencia, presidida por María Elena Morena, cuyo hijo es nada menos que asesor del aún funcionario federal.
La "Operación limpieza", como la "guerra" que Calderón declaró por razones políticas a una parte del narcotráfico, es otra expresión de la demagogia de la derecha panista que lleva al país hacia el despeñadero.
Apuntes
Germán Martínez, el formal presidente del PAN, planteó hace una semana, en su colaboración semanal en El Universal, que la refinería que prometió construir Felipe Calderón lleve el nombre de Juan Camilo Mouriño. "Finalmente, lo saben en el PRI y en el PRD, él armó, desde el gobierno, la reforma a Pemex", escribió Martínez, cuyo despropósito no sólo revela arrogancia, sino el patrimonialismo característico de la derecha panista, cuya incompetencia trata de suplir siempre con propaganda, pintando de azul y naranja edificios, vehículos y hasta postes, e imponiendo nombres de próceres panistas hasta a ligas de ambulantes y taxistas. Lo primero que debería ocupar a Martínez es que su jefe cumpla con la obra, y ya luego se discutirá si se llama Juan Camilo Mouriño... Si los Vargas y Carlos Slim no claudican, como pretenden los furiosos jerarcas de Televisa, pronto podrá romperse la uniformidad informativa en la radio --que más que informar, oculta-- con el trabajo de Carmen Aristegui y José Gutiérrez Vivó, vetados por Calderón y sus cómplices...
No hay comentarios:
Publicar un comentario