sábado, 11 de octubre de 2008

¿SERÁ IGUAL EN MÉXICO?

Excélsior, 18 de septiembre

Bolivia, en una democracia inviable
Humberto Musacchio

Lo ocurrido en los últimos días en Bolivia parece augurar una guerra civil. La plutocracia de las provincias más ricas está decidida a derrocar al gobierno central de Evo Morales o, si no consigue lo anterior, a desmembrar al país, separando las provincias de la llamada Media Luna, las más ricas en recursos naturales, pese a que en 2007, en el referéndum de julio, 55% de los ciudadanos se manifestaron contra las autonomías.

Al calor de la lucha política, la vieja oligarquía vuelve a mostrar su cara racista y ha puesto en pie bandas de matarifes que persiguen y asesinan a los indios que no están dispuestos a seguir siendo sus criados y reclaman derechos hasta ahora impensables en el régimen semiesclavista que priva en amplias zonas del país.Por supuesto, los grupos separatistas han puesto en juego todos sus recursos políticos, mediáticos, económicos, legales e ilegales, además de que, si deciden y logran dividir al país, esperan contar con el apoyo y, llegado el caso, con el reconocimiento de Washington, que debe estar muy interesado en dos recursos estratégicos de las provincias escisionistas como son el petróleo y el agua.

Las élites blancas fruncen la nariz ante la presencia de un indio como Evo Morales en la presidencia de la República, pero más inaceptable resulta su política social, lo que cabe ilustrar con un hecho que parece haber desatado los demonios en aquel país y que fue, precisamente, que el gobierno central resolviera hacer un recorte a las provincias del impuesto a la exportación de gas para constituir un fondo de ayuda a los ancianos.El hecho muestra que el regionalismo pretende sobreponerse al interés general de los bolivianos y despliega sin tapujos el desprecio de los altos círculos económicos por cualquier política que intente paliar las muy hondas desigualdades que padece desde hace cinco siglos la sociedad boliviana, que tiene más de la mitad de indios y una tercera parte de mestizos.

Pero curiosamente han sido los indios y en menor medida los mestizos los que llevaron a Evo Morales al poder, en un momento en que el Estado —como hoy en México— se empezaba a caer en pedazos y el gobierno central se mostraba incapaz de contener a los poderes fácticos. Con esa base social, Evo Morales ha empujado hacia una democracia con derechos específicos para los indios, antes comprendidos dentro de la categoría de los ciudadanos, pero sin posibilidades de hacer valer esa calidad.Es precisamente esa política, elevada ya a nivel constitucional, la que los oligarcas rechazan sin rodeos, al extremo de recurrir a medidas que en otras condiciones no dudarían en condenar, tales como el cierre de carreteras, el saqueo de oficinas públicas y la toma de aeropuertos, especialmente el de Santa Cruz, en el que debido a razones técnicas tienen que hacer escala las aeronaves que van a La Paz.

Los golpistas trabajan ya con sectores afines de las fuerzas armadas, pues la alta oficialidad tradicionalmente ha sido parte de las élites blancas. Bolivia está en la inminencia de un golpe de Estado y sería de gravísimas consecuencias para Latinoamérica que éste se produjera, pues volveríamos a la época de las dictaduras y dictablandas impuestas al gusto de la potencia del norte.

Lo cierto es que la democracia que siguió a la larga noche de las dictaduras sudamericanas no ha sido capaz de resolver los problemas de la gente común ni ha podido disminuir la pobreza de las mayorías. Latinoamérica es la región de peor desempeño económico en los últimos años y se ahonda en nuestros países la desigualdad, pues tenemos personajes con riquezas semejantes y hasta superiores a las de hombres más opulentos de los países ricos, pero la mayoría de la población vive en la pobreza o de plano en la miseria.

Lo anterior prueba que la democracia representativa no es la vía para encauzar y resolver pacíficamente los conflictos sociales y dar respuesta a la pobreza, el analfabetismo, la insalubridad, la escasez de vivienda y otros problemas derivados de un pésimo reparto de la riqueza. En tales condiciones, hay que plantearse qué clase de régimen electoral y político necesitamos en Latinoamérica. De poco sirve realizar elecciones si unos introducen recursos como los de la guerra sucia desplegados en México en 2006 o si la oligarquía pone sobre la mesa su dinero para comprar voluntades y desviar el voto, por no hablar de los infaltables fraudes.

Pero todavía más grave es que se realicen comicios libres y que, una vez llegados al poder los gobernantes libremente elegidos en las urnas, se busque sabotear por todos los medios cualquier política igualitaria o que beneficie a las mayorías. De poco sirve a los pueblos una democracia en la que se vota por determinadas políticas que la minoría impide transformar en hechos. Por eso, si se produce el golpe de Estado en Bolivia, cada latinoamericano muy bien podrá preguntarse para qué sirve la democracia y qué sentido tiene mantener esa simulación onerosa y carnavalesca que apuntala la desigualdad y la injusticia.

No hay comentarios: