viernes, 31 de octubre de 2008

EL MUERTO 4 VECES.

Excélsior, 30 de octubre de 2008

¿No saben ganar o no quieren perder más?
Humberto Musacchio

Pese a los reclamos de algunos legisladores perredistas, la Cámara de Diputados aprobó la llamada reforma energética mediante el conocido recurso del dedazo mayoritario, lo que mucho recuerda el vergonzoso procedimiento seguido para aprobar la Ley Televisa, sin debate, sin oposición, sin progenitora

Es mala señal que el Poder Legislativo proceda de esa manera, pues se supone que está para discutir exhaustivamente lo que aprueba. Peor todavía es que cada vez que la derecha —PRI, PAN y comparsas—se propone aprobar alguna disposición contra el interés nacional, San Lázaro se convierta en una fortaleza custodiada por cientos de policías, tanques antimotines y otros dispositivos de seguridad.

Quienes todos los días dan por muerto a Andrés Manuel López Obrador, después de que éste impidó que la iniciativa presidencial fuera aprobada al vapor en el Senado, de repente, muy a su pesar, lo dieron por resucitado y entonaron loas a su espíritu democrático hasta que AMLO, empeñado en las doce palabras, entercado en exigir garantías contra la privatización y la injerencia extranjera, volvió a ser el perro del mal en que lo han convertido las fuerzas del orden, las que por enésima vez decretaron la muerte política del tabasqueño.

Es difícil explicarse tanto miedo a incluir la docena de palabras (en realidad 17) que demandaba López Obrador: “No se suscribirán contratos de exploración o producción que contemplen el otorgamiento de bloques o zonas estratégicas”. ¿A qué ese rechazo cerrado, implacable? ¿Por qué los senadores perredistas compartieron con tanto entusiasmo la repulsa de priistas y panistas? ¿Por qué decidieron mantener los privilegios de los líderes sindicales? Incluso, los senadores aurinegros mostraron abiertamente su desagrado ante la insistencia del tabasqueño, pues ellos —se decía— ya tenían todo planchado, como si la gente del PRI y la del PAN se chupara el dedo y pudiera aceptar algo contrario al interés de quienes sostienen sus campañas y les han permitido hacer carrera política.
Los señores senadores, asesorados por Lampedusa, trabajaron duro para reescribir la iniciativa de Calderón y cambiarlo todo para que todo siguiera igual. Tan igual, que los empresarios que esperaban normas más propicias para su inversión protestaron en todos los tonos y auguraron para la patria días más sombríos que estos que ya empezaron, pues la legislación seguirá más o menos como hasta ahora, con la rendijota del contratismo abierta para que por ahí pasen los intereses transnacionales en contubernio con las autoridades.

La autocomplacencia de los señores legisladores se explica porque viven lejos de las miserias de sus representados, ajenos a la lucha cotidiana por el pan y el trabajo. Las preocupaciones de los padres de la patria son cambiar la camioneta, contar con más guaruras, oficina más amplia y, desde luego, presupuesto mayor, pues la carrera política requiere infraestructura y generosas cuentas de gastos que permitan hartarse en los mejores comederos, probar ese vinito de cosecha excelente y mandar algunas cajas a los amigos, cambiar el departamentito en Acapulco o en Vallarta por uno más grande en Cancún o de plano adquirir aquel de Florida que tanto le gustó a la señora, pues irse a la Costa Azul o a Portofino es alejarse demasiado de la grilla nacional.

Con la cabeza puesta en asuntos de tanta trascendencia, poco importa que ya se hayan iniciado los despidos masivos, que el gobierno federal tenga prohibido realizar nuevas contrataciones de personal y que incluso se prohíba reocupar las plazas vacantes; menos puede interesar a nuestra clase política el alza brutal de bienes básicos vivida en este mes de octubre, con aumentos de 20 y más por ciento en productos nacionales sin que la Profeco parezca inquietarse ni se le vaya el sueño al secretario de Comercio.

Por supuesto, nuevamente pueden dar por muerto a López Obrador y llenarlo de improperios. Acusarlo de que no sabe ganar y recordarle que en política no se puede obtener todo. Tanto grito por las 12 palabrejas, dicen sus críticos mientras echan paletadas de tierra sobre la enésima tumba que acaban de cavarle al Peje, confiados en que esta vez no podrá revivir, pues los maestros de la componenda y el cochupo arguyen que no sabe hacer política.

Sin embargo, los sepultureros de AMLO debieran ser más cautos. Metidos ya en la crisis económica más grave desde 1929, con más de la mitad de la población ocupada en el sector informal, la violencia criminal desatada y las masas de desempleados sumidas en la desesperación, todo indica que la altiva tecnocracia y sus recetas tendrán que abandonar el escenario.

Cuando todo está perdido, los pueblos suelen recurrir a figuras providenciales, los que una y otra vez han estado advirtiendo sobre la inminencia del desastre. López Obrador, gracias a sus enemigos, sigue creciendo y cualquier día regresa llamado por la urgencia nacional. Sus adversarios, inconscientes, trabajan para eso.

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