Excélsior, 27-Sep-2007
Ignorar el éxito es una derrota
Humberto Musacchio
La reforma política es uno de esos extraños procesos en los que hay varios triunfadores. Un ganador es Felipe Calderón, que a cambio de aceptar la salida inmediata de tres de los nueve consejeros del IFE obtiene una buena cuota de legitimidad; otros son los líderes de las tres principales fracciones políticas del Senado, que muestran lo provechosa que puede resultar la aptitud negociadora y abren para sí opciones políticas tan grandes como lo permita su talento; un éxito más es el que puede abonarse a Jorge Alcocer V., quien en el proceso demostró que es el mexicano que mejor conoce el ámbito electoral; otro triunfador es Andrés Manuel López Obrador, pues se demuestra que el cuerpo de consejeros encabezado por Luis Carlos Ugalde no puede arribar a 2009 como si nada hubiese pasado.
Otras ganancias están a la vista. Para el ocupante de Los Pinos, la renovación parcial de consejeros, con Ugalde por delante, implica un claro mensaje: no necesita a la gente de Elba Esther Gordillo para gobernar e incluso parece dispuesto a llevar la reforma adelante pese a la intensa actividad de la maestra en favor de las televisoras, activismo que ya le garantizó el apoyo del gobernador de Coahuila y seguramente de varios más, pero que serán insuficientes para frenar la reforma. Por supuesto, Elba Esther dispone de recursos y de inteligencia política, pero todo indica que perderá esta batalla porque ya se vio el costo de ceder a los poderes fácticos facultades que corresponden a las instituciones. Por conveniencia inmediata, los hombres públicos pueden hacer muchas concesiones, pero no al extremo de renunciar a las atribuciones del Estado, porque entonces los políticos dejan de ser necesarios y corren el riesgo de perderlo todo.
Para los líderes partidarios del Senado la reforma representa un enorme logro, pues se pusieron al frente de un proceso que resultaba indispensable por el profundo deterioro de la convivencia política. Con su actuación, Santiago Creel repone buena parte del terreno perdido con su desastroso proceder como secretario de Gobernación y vuelve a ser el político capaz de tejer alianzas y lograr acuerdos. Carlos Navarrete, pese a la necia incomprensión de los sectores duros del perredismo, muestra las bondades de la actitud negociadora y hace ganar puntos a la corriente de Los Chuchos a la que representa. Manlio Fabio Beltrones, por su parte, emerge como el artífice de la reforma y de paso como la principal figura del PRI, en medio del agotamiento de los liderazgos que padece la organización tricolor.
Jorge Alcocer, con la confianza de los tres principales partidos, demostró que de algo —de mucho— sirve su larga experiencia en asuntos comiciales. Ante la Comisión Federal Electoral fue representante del Partido Mexicano Socialista (1986-89) y del PRD (1989-90). Dejó este partido después de una grosera campaña de infamias de quienes se decían sus compañeros y, ya como ciudadano independiente, creó en 1993 y dirige la revista Voz y voto, especializada en asuntos electorales; fue asesor personal, sin goce de sueldo, del secretario de Gobernación Jorge Carpizo cuando éste, en medio de la profunda crisis política de 1994, hizo del Consejo General del IFE un cuerpo confiable al dar en él la mayoría de votos a un grupo de ciudadanos sin militancia en partidos.
Alcocer, leonés nacido en 1955, es licenciado en economía y tiene estudios de maestría por la UNAM, ha prestado asesoría a diversos gobiernos estatales, lo que se ha traducido en la ciudadanización de los órganos comiciales y la reelaboración de sus códigos y leyes sobre la materia. En 1998-99 fue subsecretario de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación, donde le tocó atender las negociaciones entre el gobierno y el Congreso.
En la campaña de 2000 formó parte del equipo de Francisco Labastida, candidato del PRI, con la aclaración de que él no pertenecía a ese partido. Después de esa experiencia trabajó en la formación de un nuevo partido: Fuerza Ciudadana, que participó infructuosamente en los comicios de 2003, en los que perdió el registro y desapareció. Como articulista de UnoMásUno, La Jornada, El Universal, Proceso, Reforma y otras publicaciones, se ha ocupado principalmente de asuntos electorales. En 2005 coordinó el libro El voto de los mexicanos en el extranjero y, entre otras obras, es coautor de Dinero y partidos (1993), Elecciones, diálogo y reforma. México 1994 (1995) y de México 2006, manual para lectores y electores.
Estas son algunas de las credenciales que avalan a Jorge Alcocer Villanueva. Por esa trayectoria y luego de aprobada la reforma electoral en el Congreso de la Unión, lo lógico y razonable es que sea elegido consejero presidente del Instituto Federal Electoral. Sin embargo, contra esa posibilidad conspiran algunos panistas y —cosas veredes— López Obrador, que si se empeña en cerrarle el camino a Alcocer dejará al PRD inhabilitado para impulsar una candidatura distinta y tendrá que apechugar con otro Ugalde o alguien peor, ignorante, parcial e incapaz de llevar las elecciones a buen puerto. Y entonces sí: ¡Al diablo las instituciones!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario