jueves, 29 de mayo de 2008
lunes, 19 de mayo de 2008
¡QUE "PODEROSO" VERDAD!
Milenio Diario, México. Lunes 19 de mayo de 2008.
Qué imbecilidad de fraseo hubo en Los Pinos justamente hace una semana…
Durante una conferencia de prensa, Felipe Calderón golpeó el atril ubicado frente a él y advirtió que su “¡Ya basta!” contra el narco es una exigencia para “todos”. Ese absolutismo —detalló— incluye a los medios de comunicación: con tintes goebbelianos requirió que éstos divulguen las acciones gubernamentales contra la delincuencia en vez de “compartir con los criminales la estrategia de sembrar terror”.
No, Commander in Chief: los medios, al menos este donde trabajo como reportero y columnista, no compartimos la estrategia de terror de los narcos. Nosotros simplemente hacemos nuestro trabajo: informamos sobre los hechos que, cotidianamente, dan forma a ese terrorismo. Punto. De la misma forma, reportamos lo que hace el gobierno federal. Punto. La jerarquía de cada una de esas informaciones depende de su relevancia. Nada más, nada menos. No nos va a marcar Los Pinos la línea editorial para imponernos qué publicar y qué no imprimir. ¿O sí va pretender tal cosa, como en los peores tiempos del priato? Eso de ocultar o minimizar informaciones se llama censura. Tal cual. Y de eso, aquí, nada. Eso, lo de la censura de Estado cuando hay guerra, ocurre en países facistoides, como Estados Unidos. No acá, ¿eh?
Calderón apuntó con uno de sus índices a los reporteros y apremió a los medios para que se unan a su “estrategia nacional contra la delincuencia, porque son sus propios compañeros los que están acallados” a causa de la guerra contra el narco. Efectivamente, Master and Commander: muchos compañeros reporteros, principalmente en el norte del país, no sólo tienen que abstenerse cotidianamente de publicar información sobre el narco ante las amenazas que reciben, sino que han sido acallados… a balazos. Si bien recuerdo, México ya es el país con más periodistas muertos y desaparecidos en este continente, el segundo en el mundo.
Sí, Su Señoría: en esta guerra caen policías y militares honestos, pero también son ejecutados periodistas que cada día intentan conseguir información para poder publicar una nota, una crónica, un reportaje, una foto. No somos héroes. Simplemente hacemos nuestro trabajo.
Por eso, Comandante en Jefe-Presidente-Jefe de Estado, no nos joda con tales estulticias. Por un momento parecía que el lunes pasado el cardenal Norberto Rivera le hubiera redactado su discurso, inspirado en aquella bonita ocasión en la cual el hijo de Dios nos llamó a los periodistas prostitutas… por investigar curas pederastas.
viernes, 16 de mayo de 2008
¡UY QUE MIEDO!
15 de mayo de 2008. Diario Excélsior.
El "Ya basta" de Calderón y los hechos
Humberto Musacchio
Notoriamente irritado, pues incluso golpeó el atril desde el cual hablaba, Felipe Calderón demandó a los ciudadanos que "no sean cómplices de la ilegalidad", responsabilizó a los medios de comunicación de compartir "la estrategia de sembrar el terror", anunció que él no se sumará "al abandono, la cobardía o la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación" y calificó de "inaceptable" que los jueces propicien la impunidad al liberar a delincuentes.
Las gravísimas acusaciones implícitas en las palabras del michoacano merecen algunas precisiones. Para empezar, a los ciudadanos "cómplices de la ilegalidad" el Estado debe perseguirlos y castigarlos, pues para eso dispone de policías, agentes del Ministerio Público, jueces y cárceles.
Sin embargo, más allá de que el Estado deba hacer su tarea, cabe aclarar que los ciudadanos no son "cómplices de la ilegalidad", sino víctimas de ella y con frecuencia víctimas también de los abusos, la prepotencia y el autoritarismo de quienes deben combatir la ilegalidad, como lo muestra en forma fehaciente el hecho de que en cada una de las grandes operaciones contra la delincuencia haya particulares que son víctimas de allanamientos, golpes, detenciones arbitrarias y otras vejaciones. Pero si en la cúspide de la pirámide estatal se tilda a los ciudadanos de "cómplices de la ilegalidad", poco podrá exigirse a policías y militares que abusan de la población civil.
"El ya basta —quiso aclarar el habitante de Los Pinos— es también una exigencia a los medios de comunicación , precisamente, para que manifiesten y divulguen las acciones que están, precisamente, deteniendo la estructura de los criminales, para que no se convierta la estrategia de los criminales, que es una estrategia que busca sembrar terror, en una estrategia compartida por los propios medios de comunicación" (Excélsior, 13/V/08).
La "exigencia" parece superflua, pues los medios difunden —esa es su función— las acciones gubernamentales contra la delincuencia, de ahí que resulte incomprensible el exhorto de Calderón a unirse a la campaña contra el crimen, pues, hasta donde se sabe, no hay medios que hagan la apología de la violencia ilegal, sino que en todos los casos se le condena y se exige, eso sí, porque es un derecho, que las acciones del Estado sean eficaces para evitar, entre otras cosas, que más periodistas resulten "desaparecidos", acallados o asesinados.
De mayores consecuencias puede ser aquello de que "no nos vamos a sumar al abandono, a la cobardía o a la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación". Se trata de una gravísima acusación en contra de quienes precedieron a Calderón al frente de las instituciones. Por supuesto, ya se ha señalado la abulia con que procedió o dejó de proceder Vicente Fox contra el auge delictivo y lo mismo puede decirse del inepto Ernesto Zedillo y aun de su antecesor.
Dicho de otra manera, Felipe Calderón acusa implícitamente a sus antecesores de haber abandonado la lucha contra el crimen, por cobardes o, peor aún, por ser cómplices de la delincuencia. Ni más ni menos. Sin embargo, priistas y panistas no se han dado por enterados y con su silencio aprueban lo dicho por el ocupante del Ejecutivo.
Por último, la referencia presidencial a los jueces que dejan en libertad a delincuentes tiene consenso. Muchos ciudadanos creen, sospechan o saben, por experiencia propia, que los jueces mexicanos, con las excepciones del caso, distan de ser justos, calificados y honestos.
Recientemente se publicó un dato que debería horrorizarnos, pues cerca de la tercera parte de los presos del país son inocentes, están sin juicio o el que se les sigue tiene ya varios años. Y mientras eso sucede, los verdaderos transgresores de la ley salen con una facilidad que espanta.
Calderón incluso citó el caso de un asesino de policías que estuvo preso tres veces y otras tantas quedó en libertad. Sobra decirlo, pero una campaña del Ejecutivo contra los jueces deshonestos contaría con un enorme apoyo social. Para empezar, convendría hacer las reformas necesarias con el fin de que todo juzgador esté sujeto permanentemente a auditoría y se castigue muy rigurosamente a los jueces enriquecidos en el cargo y aun a sus parientes que no demuestren el origen lícito de sus fortunas.
La podredumbre del aparato de impartición de justicia requiere acciones drásticas que dispongan de amplio consenso político y no sólo medidas cosméticas al estilo de Ernesto Zedillo, cuya única ocurrencia fue dejarnos un mes sin Suprema Corte.
Pero la batalla contra la delincuencia y la corrupción tiene que empezar por la propia casa. Mientras se solape la prevaricación y se proteja a quienes confunden la función pública y el interés privado, los ciudadanos desconfiarán de los llamados a participar en una guerra a la que van sin protección. Se requieren pruebas de que existe la disposición de combatir el enriquecimiento, el contratismo y el tráfico de influencias de altísimos funcionarios de esta administración. Por ahí hay que empezar
El "Ya basta" de Calderón y los hechos
Humberto Musacchio
Notoriamente irritado, pues incluso golpeó el atril desde el cual hablaba, Felipe Calderón demandó a los ciudadanos que "no sean cómplices de la ilegalidad", responsabilizó a los medios de comunicación de compartir "la estrategia de sembrar el terror", anunció que él no se sumará "al abandono, la cobardía o la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación" y calificó de "inaceptable" que los jueces propicien la impunidad al liberar a delincuentes.
Las gravísimas acusaciones implícitas en las palabras del michoacano merecen algunas precisiones. Para empezar, a los ciudadanos "cómplices de la ilegalidad" el Estado debe perseguirlos y castigarlos, pues para eso dispone de policías, agentes del Ministerio Público, jueces y cárceles.
Sin embargo, más allá de que el Estado deba hacer su tarea, cabe aclarar que los ciudadanos no son "cómplices de la ilegalidad", sino víctimas de ella y con frecuencia víctimas también de los abusos, la prepotencia y el autoritarismo de quienes deben combatir la ilegalidad, como lo muestra en forma fehaciente el hecho de que en cada una de las grandes operaciones contra la delincuencia haya particulares que son víctimas de allanamientos, golpes, detenciones arbitrarias y otras vejaciones. Pero si en la cúspide de la pirámide estatal se tilda a los ciudadanos de "cómplices de la ilegalidad", poco podrá exigirse a policías y militares que abusan de la población civil.
"El ya basta —quiso aclarar el habitante de Los Pinos— es también una exigencia a los medios de comunicación , precisamente, para que manifiesten y divulguen las acciones que están, precisamente, deteniendo la estructura de los criminales, para que no se convierta la estrategia de los criminales, que es una estrategia que busca sembrar terror, en una estrategia compartida por los propios medios de comunicación" (Excélsior, 13/V/08).
La "exigencia" parece superflua, pues los medios difunden —esa es su función— las acciones gubernamentales contra la delincuencia, de ahí que resulte incomprensible el exhorto de Calderón a unirse a la campaña contra el crimen, pues, hasta donde se sabe, no hay medios que hagan la apología de la violencia ilegal, sino que en todos los casos se le condena y se exige, eso sí, porque es un derecho, que las acciones del Estado sean eficaces para evitar, entre otras cosas, que más periodistas resulten "desaparecidos", acallados o asesinados.
De mayores consecuencias puede ser aquello de que "no nos vamos a sumar al abandono, a la cobardía o a la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación". Se trata de una gravísima acusación en contra de quienes precedieron a Calderón al frente de las instituciones. Por supuesto, ya se ha señalado la abulia con que procedió o dejó de proceder Vicente Fox contra el auge delictivo y lo mismo puede decirse del inepto Ernesto Zedillo y aun de su antecesor.
Dicho de otra manera, Felipe Calderón acusa implícitamente a sus antecesores de haber abandonado la lucha contra el crimen, por cobardes o, peor aún, por ser cómplices de la delincuencia. Ni más ni menos. Sin embargo, priistas y panistas no se han dado por enterados y con su silencio aprueban lo dicho por el ocupante del Ejecutivo.
Por último, la referencia presidencial a los jueces que dejan en libertad a delincuentes tiene consenso. Muchos ciudadanos creen, sospechan o saben, por experiencia propia, que los jueces mexicanos, con las excepciones del caso, distan de ser justos, calificados y honestos.
Recientemente se publicó un dato que debería horrorizarnos, pues cerca de la tercera parte de los presos del país son inocentes, están sin juicio o el que se les sigue tiene ya varios años. Y mientras eso sucede, los verdaderos transgresores de la ley salen con una facilidad que espanta.
Calderón incluso citó el caso de un asesino de policías que estuvo preso tres veces y otras tantas quedó en libertad. Sobra decirlo, pero una campaña del Ejecutivo contra los jueces deshonestos contaría con un enorme apoyo social. Para empezar, convendría hacer las reformas necesarias con el fin de que todo juzgador esté sujeto permanentemente a auditoría y se castigue muy rigurosamente a los jueces enriquecidos en el cargo y aun a sus parientes que no demuestren el origen lícito de sus fortunas.
La podredumbre del aparato de impartición de justicia requiere acciones drásticas que dispongan de amplio consenso político y no sólo medidas cosméticas al estilo de Ernesto Zedillo, cuya única ocurrencia fue dejarnos un mes sin Suprema Corte.
Pero la batalla contra la delincuencia y la corrupción tiene que empezar por la propia casa. Mientras se solape la prevaricación y se proteja a quienes confunden la función pública y el interés privado, los ciudadanos desconfiarán de los llamados a participar en una guerra a la que van sin protección. Se requieren pruebas de que existe la disposición de combatir el enriquecimiento, el contratismo y el tráfico de influencias de altísimos funcionarios de esta administración. Por ahí hay que empezar
jueves, 8 de mayo de 2008
¡ SÍ SEÑOR !
El PRD como comparsa
Alvaro Delgado
México, D.F., 5 de mayo (apro).- La derecha contempla, gozosa y aun extasiada, el vergonzoso espectáculo entre las facciones que se disputan los principales cargos burocráticos en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que, este lunes, cumplió 19 años de haberse fundado bajo la tragedia de Sísifo, el rey griego condenado a empujar --al infinito-- una enorme roca hasta una cima, de la que ce reiteradamente.
La derecha, por supuesto, ha hecho evidente su incondicional apoyo a Nueva Izquierda, la corriente que ha copado a lo largo de casi dos décadas la estructura burocrática del PRD y que, con base en ello, como ocurrió este domingo 4 en el Consejo Nacional --controlado por los Chuchos--, nombró presidente a Guadalupe Acosta Naranjo y secretaria general a Marta Delia Gastélum.
En poco tiempo --horas, días, da lo mismo-- vendrá la respuesta: La Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia --una especie de Poder Judicial partidario-- desconocerá a los representantes “chuchistas”, en razón de que los dos integrantes de esa instancia están identificados con la agrupación que apoya a Alejandro Encinas, al que ya había declarado virtual presidente del PRD con poco más de 80 por ciento de los votos computados.
Se presentará después --como ya todo mundo sabe-- la impugnación a esa determinación de la Comisión Nacional de Garantías y que, al cabo de otras escaramuzas, el futuro de la elección perredista estará en manos de los nueves magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Cualquiera que sea la determinación de éste órgano jurisdiccional --que quedó bajo sospecha a pesar de su nueva integración--, se impondrá a la voluntad que emitieron con su voto miles de militantes perredistas, la mayoría sin duda al margen de los cochupos de sus dirigentes, igual que ocurrió con la elección presidencial de 2006 y que impuso a Felipe Calderón.
Pero la definición de qué corriente se impondrá en el PRD, al final, va mucho más allá de ese partido y a eso obedece el apoyo que la derecha que gravita en torno al PAN y al PRI ha dado a Nueva Izquierda, la corriente que liderean Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete, René Arce, Guadalupe Acosta Naranjo y recientemente Ruth Zavaleta, elevada por la opinocracia a condición de ¡estadista!
El ala moderada del PRD, como llaman a los “Chuchos” los jilgueros de la derecha, es en realidad eufemismo de ineptitud electoral, tal como lo acreditan los resultados que el PRD ha obtenido en los estados donde esos personajes han impuesto su voluntad, algo que dicen abominar de López Obrador.
Aguascalientes, de donde es originario Ortega, el líder formal de Nueva Izquierda, es el caso cumbre: En los 19 años de vida del PRD no ha ganado nunca nada. Nada es nada, a pesar de que, en esos años, se ha renovado tres veces la gubernatura y ha habido seis elecciones trianuales de diputados locales y presidentes municipales.
En las elecciones de 2004, el PRD se situó en el tercer lugar, con 22 mil 916 votos, mientras que el PAN ganó la gubernatura con 190 mil. Apenas el año pasado, en las elecciones locales más recientes, el partido que Ortega controla en el estado se fue al cuarto lugar, con 5 por ciento de los votos, y el quinto en posiciones obtenidas, desplazado por Convergencia y el Partido Verde.
En las elecciones presidenciales de 2006, López Obrador les dio a los “Chuchos” lo que jamás habían soñado en Aguascalientes: La votación se elevó a 22 por ciento, muy superior al 7 por ciento que obtuvo Cuauhtémoc Cárdenas en el 2000.
En lo que ha sido eficaz Jesús Ortega en Aguascalientes es en los negocios para su corriente: Actualmente el único diputado federal es Antonio Ortega, justamente su hermano, quien antes fue diputado local, igual que su esposa, Norma González, directivos también del PRD estatal.
La esposa de Jesús Ortega, Angélica de la Peña, ha sido diputada federal dos veces, siempre por la vía de la representación proporcional, lo mismo que el único diputado local del PRD. No hay duda: Los gobiernos estatales, tanto del PRI como del PAN, son felices con el ala moderada perredista.
Lo mismo ocurre en Guanajuato, de donde es originario Carlos Navarrete, coordinador de los senadores del PRD y quien ha desplazado, por su protagonismo, a Jesús Zambrano, el ideólogo del “chuchismo” y frustrado aspirante a la presidencia de su partido en la capital del país.
Nueva Izquierda ha controlado el PRD de Guanajuato desde su fundación y Navarrete ha ocupado cargos relevantes como diputado federal en 1988, candidato a senador, diputado local y presidente estatal, lo que no se ha traducido en votos para el PRD, que ha sido una tercera fuerza sotanera.
Eso sí, Miguel Alonso Raya, profesor allegado a Elba Esther Gordillo y candidato a senador en las elecciones de 2000, ofreció en su campaña por la presidencia estatal del PRD dialogar “hasta con El Yunque”, la organización de ultraderecha que controla al PAN, que ha impuesto su hegemonía en todo los ámbitos, incluidos los caducos órganos electorales.
En la más reciente elección, en el 2006, concurrente con la federal, el PRD obtuvo más votos de los que se imaginó, a pesar del impresentable candidato que impuso Nueva Izquierda, Ricardo García Oceguera: Obtuvo sólo 10.82 por ciento. López Obrador, por su parte, logró 15.37 por ciento, casi diez puntos más que Cárdenas seis años atrás.
En Nayarit, de donde es Acosta Naranjo --exsecretario general y presidente por decisión de la facción a la que pertenece--, las cosas no son tampoco halagüeñas para el PRD que controlan los “Chuchos”: Después de haber gobernado el estado en alianza con el PAN, el perredismo se fue a pique.
En las más recientes elecciones, hace tres años, no sólo no ganó la gubernatura, sino que apenas conquistó una diputación de mayoría y una alcaldía. En los comicios del 6 de julio de este año no se prevén tampoco resultados mejores, pese a que reanudó la alianza de Acosta Naranjo con Antonio Chavarría, el empresario cocacolero que gobernó con arbitrariedad.
Y en Sonora, de donde es Jesús Zambrano, tampoco se puede ufanar el PRD de tener gran fuerza electoral, a pesar de que él ya no controla ese partido. Lo mismo ocurre en Puebla, donde Nueva Izquierda cuenta con la simpatía de Mario Marín, y en Oaxaca, donde los “Chuchos” gozan de la amistad de Ulises Ruiz.
Jesús Ortega criticó, en el festejo por el 19 aniversario del PRD, a la izquierda con vocación marginal y de oposición, condición que propuso cambiar por opción de gobierno. “La izquierda requiere no sólo de la fuerza para destruir el estatus quo, sino también la fuerza para construir el nuevo estado de cosas.”
Añadió: “La izquierda crítica, propositiva, moderna, es la que necesitamos, que también sabe pelear, pero que sabe construir soluciones.”
Uno esperaría que Nueva Izquierda, por lo menos donde Ortega y sus seguidores tienen presencia --como los estados descritos--, actúe con congruencia y predique con el ejemplo.
Pero francamente no se ve cómo los Chuchos puedan echar abajo la reforma privatizadora de Calderón con las 200 mil firmas que, anunció Ortega, buscarán juntas en los siguientes meses. Salvo que sea sólo parafernalia.
Porque, en realidad, el modelo de los “Chuchos” no es el de la eficacia electoral que preocupe a sus adversarios de la derecha, cuyos permanentes vítores sólo confirman el aserto. La marginalidad, y la comparsa, es el auténtico negocio, como Aguascalientes...
Alvaro Delgado
México, D.F., 5 de mayo (apro).- La derecha contempla, gozosa y aun extasiada, el vergonzoso espectáculo entre las facciones que se disputan los principales cargos burocráticos en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que, este lunes, cumplió 19 años de haberse fundado bajo la tragedia de Sísifo, el rey griego condenado a empujar --al infinito-- una enorme roca hasta una cima, de la que ce reiteradamente.
La derecha, por supuesto, ha hecho evidente su incondicional apoyo a Nueva Izquierda, la corriente que ha copado a lo largo de casi dos décadas la estructura burocrática del PRD y que, con base en ello, como ocurrió este domingo 4 en el Consejo Nacional --controlado por los Chuchos--, nombró presidente a Guadalupe Acosta Naranjo y secretaria general a Marta Delia Gastélum.
En poco tiempo --horas, días, da lo mismo-- vendrá la respuesta: La Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia --una especie de Poder Judicial partidario-- desconocerá a los representantes “chuchistas”, en razón de que los dos integrantes de esa instancia están identificados con la agrupación que apoya a Alejandro Encinas, al que ya había declarado virtual presidente del PRD con poco más de 80 por ciento de los votos computados.
Se presentará después --como ya todo mundo sabe-- la impugnación a esa determinación de la Comisión Nacional de Garantías y que, al cabo de otras escaramuzas, el futuro de la elección perredista estará en manos de los nueves magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Cualquiera que sea la determinación de éste órgano jurisdiccional --que quedó bajo sospecha a pesar de su nueva integración--, se impondrá a la voluntad que emitieron con su voto miles de militantes perredistas, la mayoría sin duda al margen de los cochupos de sus dirigentes, igual que ocurrió con la elección presidencial de 2006 y que impuso a Felipe Calderón.
Pero la definición de qué corriente se impondrá en el PRD, al final, va mucho más allá de ese partido y a eso obedece el apoyo que la derecha que gravita en torno al PAN y al PRI ha dado a Nueva Izquierda, la corriente que liderean Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete, René Arce, Guadalupe Acosta Naranjo y recientemente Ruth Zavaleta, elevada por la opinocracia a condición de ¡estadista!
El ala moderada del PRD, como llaman a los “Chuchos” los jilgueros de la derecha, es en realidad eufemismo de ineptitud electoral, tal como lo acreditan los resultados que el PRD ha obtenido en los estados donde esos personajes han impuesto su voluntad, algo que dicen abominar de López Obrador.
Aguascalientes, de donde es originario Ortega, el líder formal de Nueva Izquierda, es el caso cumbre: En los 19 años de vida del PRD no ha ganado nunca nada. Nada es nada, a pesar de que, en esos años, se ha renovado tres veces la gubernatura y ha habido seis elecciones trianuales de diputados locales y presidentes municipales.
En las elecciones de 2004, el PRD se situó en el tercer lugar, con 22 mil 916 votos, mientras que el PAN ganó la gubernatura con 190 mil. Apenas el año pasado, en las elecciones locales más recientes, el partido que Ortega controla en el estado se fue al cuarto lugar, con 5 por ciento de los votos, y el quinto en posiciones obtenidas, desplazado por Convergencia y el Partido Verde.
En las elecciones presidenciales de 2006, López Obrador les dio a los “Chuchos” lo que jamás habían soñado en Aguascalientes: La votación se elevó a 22 por ciento, muy superior al 7 por ciento que obtuvo Cuauhtémoc Cárdenas en el 2000.
En lo que ha sido eficaz Jesús Ortega en Aguascalientes es en los negocios para su corriente: Actualmente el único diputado federal es Antonio Ortega, justamente su hermano, quien antes fue diputado local, igual que su esposa, Norma González, directivos también del PRD estatal.
La esposa de Jesús Ortega, Angélica de la Peña, ha sido diputada federal dos veces, siempre por la vía de la representación proporcional, lo mismo que el único diputado local del PRD. No hay duda: Los gobiernos estatales, tanto del PRI como del PAN, son felices con el ala moderada perredista.
Lo mismo ocurre en Guanajuato, de donde es originario Carlos Navarrete, coordinador de los senadores del PRD y quien ha desplazado, por su protagonismo, a Jesús Zambrano, el ideólogo del “chuchismo” y frustrado aspirante a la presidencia de su partido en la capital del país.
Nueva Izquierda ha controlado el PRD de Guanajuato desde su fundación y Navarrete ha ocupado cargos relevantes como diputado federal en 1988, candidato a senador, diputado local y presidente estatal, lo que no se ha traducido en votos para el PRD, que ha sido una tercera fuerza sotanera.
Eso sí, Miguel Alonso Raya, profesor allegado a Elba Esther Gordillo y candidato a senador en las elecciones de 2000, ofreció en su campaña por la presidencia estatal del PRD dialogar “hasta con El Yunque”, la organización de ultraderecha que controla al PAN, que ha impuesto su hegemonía en todo los ámbitos, incluidos los caducos órganos electorales.
En la más reciente elección, en el 2006, concurrente con la federal, el PRD obtuvo más votos de los que se imaginó, a pesar del impresentable candidato que impuso Nueva Izquierda, Ricardo García Oceguera: Obtuvo sólo 10.82 por ciento. López Obrador, por su parte, logró 15.37 por ciento, casi diez puntos más que Cárdenas seis años atrás.
En Nayarit, de donde es Acosta Naranjo --exsecretario general y presidente por decisión de la facción a la que pertenece--, las cosas no son tampoco halagüeñas para el PRD que controlan los “Chuchos”: Después de haber gobernado el estado en alianza con el PAN, el perredismo se fue a pique.
En las más recientes elecciones, hace tres años, no sólo no ganó la gubernatura, sino que apenas conquistó una diputación de mayoría y una alcaldía. En los comicios del 6 de julio de este año no se prevén tampoco resultados mejores, pese a que reanudó la alianza de Acosta Naranjo con Antonio Chavarría, el empresario cocacolero que gobernó con arbitrariedad.
Y en Sonora, de donde es Jesús Zambrano, tampoco se puede ufanar el PRD de tener gran fuerza electoral, a pesar de que él ya no controla ese partido. Lo mismo ocurre en Puebla, donde Nueva Izquierda cuenta con la simpatía de Mario Marín, y en Oaxaca, donde los “Chuchos” gozan de la amistad de Ulises Ruiz.
Jesús Ortega criticó, en el festejo por el 19 aniversario del PRD, a la izquierda con vocación marginal y de oposición, condición que propuso cambiar por opción de gobierno. “La izquierda requiere no sólo de la fuerza para destruir el estatus quo, sino también la fuerza para construir el nuevo estado de cosas.”
Añadió: “La izquierda crítica, propositiva, moderna, es la que necesitamos, que también sabe pelear, pero que sabe construir soluciones.”
Uno esperaría que Nueva Izquierda, por lo menos donde Ortega y sus seguidores tienen presencia --como los estados descritos--, actúe con congruencia y predique con el ejemplo.
Pero francamente no se ve cómo los Chuchos puedan echar abajo la reforma privatizadora de Calderón con las 200 mil firmas que, anunció Ortega, buscarán juntas en los siguientes meses. Salvo que sea sólo parafernalia.
Porque, en realidad, el modelo de los “Chuchos” no es el de la eficacia electoral que preocupe a sus adversarios de la derecha, cuyos permanentes vítores sólo confirman el aserto. La marginalidad, y la comparsa, es el auténtico negocio, como Aguascalientes...
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