jueves, 7 de junio de 2007

DERECHA MEXICANA=DESASTRE NACIONAL

Excélsior, Jueves, 07 de junio de 2007


El PAN, entre ineptos y yunquetos
Humberto Musacchio

Triunfar sobre un adversario notoriamente más débil carece de mérito. Pero que la victoria sea sólo parcial y llegue con retraso, permite dudar de las capacidades del presunto ganador. Por eso mismo, sorprende el tono con que los medios difundieron lo ocurrido en la Asamblea Nacional panista. Para Excélsior, los calderonistas aplastaron a Manuel Espino; según Reforma lo habrían apaleado y, para La Jornada, insospechable de simpatías por la derecha, Calderón arrebató al líder del PAN el control de ese partido. Los verbos aplastar, apalear y arrebatar tienen una carga violenta, sugieren que la Asamblea leonesa fue una operación casi guerrera en la que se propinó al hipotético enemigo una derrota contundente. Eso dicen o por lo menos sugieren.

Lo cierto es que Manuel Espino sigue siendo el presidente del PAN y no carece de fuerza. Su padrino Vicente Fox fue recibido con una fuerte ovación y, para hacerlo todo más extraño, Felipe Calderón llamó a su antecesor "presidente de todos los mexicanos", cuando para cualquier efecto formal suponíamos que el Presidente era el propio Calderón. Por si algo faltara, de los delegados presentes en la Asamblea, por lo menos 40% son seguidores del señor de punzante apellido, quien, lejos de haber sido marginado, ya anunció que continuará como presidente de su partido hasta el año próximo.
Es cierto que Espino se llevó más de una rechifla y que contra él se alzaron coros que le lanzaron calificativos como "traidor", "hipócrita", "mentiroso" o "yunqueto", pero a nadie escapa que se trataba de grupos organizados, cuyos líderes están en la pelea por la dirección albiazul, de modo que no eran manifestaciones espontáneas, sino formas de rechazo cuidadosamente preparadas, incluido el reparto de cinco mil camisetas que decían "Yunque no".

Rodolfo Elizondo, miembro del gabinete de Calderón, declaró que la rechifla obligaba a Espino a dejar la presidencia de su partido. Pero Espino, que ultraderechista y todo lo que se quiera ha mostrado más madera de político que sus contrincantes, ya declaró que no le dará gusto a sus detractores y se dispone a continuar en el cargo. Y la razón es muy sencilla: el mejor sitio para defender el poder es el poder mismo, así sea en el reducido ámbito de un partido.
Eso mismo es lo que ignoran los petimetres que supuestamente asesoran a Felipe Calderón, quien sí debería saberlo. No es pequeña la fuerza de quien dirige el partido en el poder, pero resulta incontrastable frente al jefe de Estado si es que sabe emplear los medios económicos, políticos, jurídicos y policiaco-militares puestos en sus manos.

Los panegiristas de Calderón festejan que éste haya salido como "ganador" del aquelarre leonés y aun destacan que, en su discurso, Felipe haya pedido a los militantes de su partido su apoyo, que les recordara que es su obligación sostener a su gobierno o que Espino manifestara que Calderón es el "líder indiscutible del panismo".

Como fórmula de cortesía puede entenderse el gesto de falsa humildad de los presidentes que piden apoyo a su partido. Pero ese apoyo se da por sentado, es inherente a los variados nexos que existen entre quien ocupa un cargo público y el partido al que pertenece y lo tuvo como candidato. El hecho mismo de que Calderón demande ese respaldo indica que no sabe si lo tiene. Así de terrible es la falta de entendimiento en que vive.

Para quienes son duchos en el ejercicio del poder, hace rato que Calderón debió meter al orden al indisciplinado dirigente de su partido, pues el ocupante de la Presidencia de la República dispone de un enorme arsenal de recursos legales y paralegales, por no mencionar los ilegales que también tiene en sus manos. Con los antecedentes de Espino, alguien como don Fernando Gutiérrez Barrios tendría en su escritorio un grueso expediente del insubordinado, lo hubiera llamado en forma perentoria o lo hubiera hecho llevar por un par de agentes de inteligencia y, ya en su oficina, le hubiera dado a escoger entre la embajada en Burundi o la cárcel.

En el "gobierno" actual nadie sabe cómo hacer renunciar a Espino de la presidencia del PAN ni como hacerlo abandonar sus cargos en la democracia cristiana, pues, pese a las evidencias de abusos cometidos por Espino a su paso por diversos cargos, el señor Germán Martínez y otros miembros del equipo calderonista han sido incapaces de preparar un buen expediente inculpatorio en el medio año transcurrido desde el primero diciembre, aunque no han dejado de cobrar.

Alguien decía que Espino no recibiría el sopapo que se espera desde hace meses. Que ese no era el estilo de Calderón, quien prefiere, cuentan, ir despacio y desplegar operaciones envolventes. Hechos como haber sacado abruptamente al Ejército de sus cuarteles, para enfrentarlo al narcotráfico, desmienten que ese sea el talante filipino, pero lo cierto es que paciencia sí tiene, pues de otro modo no se entiende cómo permite que un mequetrefe haga ver más pequeño a quien debe ser su superior.

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