Diputado pirrurris
Jorge Camil
Se dan en todas partes los burridiputados. Algunos dicen que florecen en las macetas del Palacio Legislativo, y como no tienen derechos de autor se los adjudican todos los partidos políticos: el PRI, el PRD y ahora, en todo su esplendor, el PAN. El peligro es que en el ejemplo actual el rebuzno salió de la presidencia de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, donde se prepara el primer presupuesto del nuevo gobierno, que será la carta de presentación de Felipe Calderón; el documento que muestre por vez primera los valores y prioridades del nuevo gobierno.
Los renglones de un presupuesto dicen más que mil palabras: aumento al Ejército y cuerpos de seguridad: mano dura; reducción a universidades y actividades culturales: pobre concepto del intelecto en el nuevo gobierno. Hoy, las prioridades del régimen son "seguridad e inversión", ¡sin cultura!
En el pasado, cuando el PRI tuvo el monopolio de los diputados, aquellos que votaban a ciegas por todas las iniciativas presidenciales, el pueblo los identificó con los "borregos", por su natural inclinación a seguir al rebaño, y los "burros", porque con perdón de esos nobles animalitos de carga, cada vez que abrían la boca decían una burrada. Y ahora viene este señor Raúl Padilla Orozco, después del "gobierno del cambio" que nos regresó a la edad de piedra en materia cultural, a confirmar el estereotipo. (Perdón, señor diputado, no me refiero a un equipo de sonido, por aquello del "estéreo", estoy criticando su beneplácito por el recorte al presupuesto de la UNAM.)
El comentario de Padilla se presta a muchas interpretaciones, todas ominosas. Podría ser de corte racista, clasista o fascista, que todos esos signos se nutren de la misma vertiente ideológica: "cierren la UNAM, semillero de comunistas revoltosos" o, como diría El Pirrurris, "de nacos, ¿ves?" (Padilla desconoce el estupendo desempeño del rector Juan Ramón de la Fuente, que ha restaurado el prestigio internacional de la UNAM a la gloria de sus mejores tiempos.) El comentario de Padilla podría estar confirmando la vocación autoritaria y elitista del régimen, o su desprecio por la máxima casa de estudios: "cierren las puertas de la cultura al pueblo; que accedan a las universidades los señoritos", mientras más católicos y guadalupanos mejor. (¿Cuántos egresados de la UNAM hay en el gabinete?)
No sé qué edad tenga Padilla (ni me interesa), pero como ex integrante del consejo de la Universidad Autónoma de Guadalajara, ligada a los Tecos y El Yunque, posiblemente recuerde con igual beneplácito la figura dictatorial de Gustavo Díaz Ordaz, que desde esa ciudad extendió una "mano amiga" a los estudiantes del 68 antes de la masacre de Tlatelolco. Por La Jornada me enteré de que Padilla es contador, lo que podría explicar el problema, porque quizá sea de esos obtusos "tenedores de libros" que en Estados Unidos se conocen como bean counters (contadores de frijolitos), un término que en México se podría traducir como "cuentachiles". ¿Cómo esperar, entonces, que reconozca la enorme influencia cultural de la UNAM en la historia de México: los brillantes médicos, arquitectos, veterinarios, ingenieros, abogados, escritores, músicos, periodistas e investigadores de carrera que crearon la estructura del México moderno? ¿Qué hacer con Ignacio Chávez, Manuel Velasco Suárez, Clemente Robles, Luis Padilla Nervo, Javier Barros Sierra, Carlos Lazo, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Antonio Carrillo Flores y Mario Molina, premio Nobel de Química 1995?
En 1980, al imponer la medalla Belisario Domínguez a Luis Padilla Nervo el senador José Blanco reconoció que "los pueblos que guardan veneración a sus sabios y a sus héroes son pueblos que reafirman su dignidad". ¿Desea Padilla cerrar los institutos de investigaciones y acabar con la Orquesta Filarmónica de la UNAM? ¿Quiere echar a la calle a 285 mil estudiantes que cursan 79 carreras y 40 posgrados, para convertirlos en carne de cañón de los renovados y bien presupuestados cuerpos de seguridad?
¡Bravo por Héctor Larios y por Josefina Vázquez Mota! ¡Y bravo también por los diputados de PRI, PAN y PRD que votaron en contra del recorte! Lo increíble es que Padilla, el elitista, ignora las relaciones de su partido con la UNAM, porque Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, fue rector de la máxima casa de estudios, doctor honoris causa de la misma y promotor de la lucha por la autonomía universitaria. Por eso, en un acto de nobleza, Héctor Larios reconoció en carta dirigida a Carmen Lira, directora de La Jornada, que la mayoría de los legisladores panistas son egresados de universidades públicas. Debo informar a Padilla que soy orgullosamente egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM, y que con esa calidad fui admitido al programa del doctorado en derecho de la Universidad de Houston sin examen de admisión, por venir de una de las pocas universidades extranjeras que en ese tiempo gozaban de reconocimiento automático en el sistema educativo estadunidense. Padilla debe dejar el cargo y la UNAM protestar en San Lázaro. ¡Por mi raza hablará el espíritu!
La Jornada, 15 de diciembre de 2006.
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