Del Maestro Hernández
sábado, 27 de septiembre de 2008
JA, JA, JA; "EL SEÑOR CALDERÓN"
Periódico Reforma
Viernes 26 de septiembre de 2008
Rafael Segovia
Se había oído, en más de una ocasión, que tal o cual unidad tenía miedo. Rara vez o nunca se decía que un país tenía miedo. Era una dimensión desconocida. Ya no lo es: México tiene miedo. Por más que se nos trate de explicar las razones o causas de ese malestar permanente, angustioso y generalizado, no nos queremos rendir a algo que complica nuestras vidas hasta el cansancio. No se puede responder con una aceptación que desde el vocabulario es inaceptable porque no nos dice nada: los traidores de México. ¿Quiénes son? ¿Los narcos, los comerciantes de drogas que pululan por todo el mundo? Los encontramos por todo el mundo pero en México campean por sus respetos, ante una población tan cansada como estupefacta ante la incompetencia e incapacidad del gobierno. Cada asesinato masivo, el señor Calderón Hinojosa convoca a una reunión del consejo de seguridad. Seguramente para tratar de entender el porqué de esa monstruosidad.
Si como Calderón dijo en un principio los asesinatos se daban entre los narcos, la tan traída y llevada sociedad civil quedaba libre de esa lucha feroz. Ya no hay quien comulgue con esa explicación. Los asesinatos han subido en número y en saña. Se decapita, se tortura, se ataca a ciegas -se tiran bombas de mano a la multitud-, se rapta y se mata a jóvenes, sin que nadie asuma la responsabilidad: son traidores que no obtienen beneficio alguno de su traición. Sí, debilitan al Estado que no sabe cómo defenderse y cumplir con su papel, que es defender y proteger a una sociedad gracias a la cual, en principio, gobierna.
Creemos todavía en el paradigma de Max Weber según el cual el Estado es el monopolio de la violencia legítima sobre un territorio determinado. Podemos asegurar que dadas las circunstancias actuales el Estado, aquí, no tiene el monopolio de la violencia, cuando la tiene, si la que tiene, es legítima, y en lo referente al territorio, se puede preguntar sobre cuál. Sobre Sinaloa no.
El gobierno pide el apoyo de la sociedad, casi nos llama cobardes por no denunciar al narco. Podemos decir que actuaremos con un valor cívico sin tacha cuando el Estado actúe de la misma manera, y no tergiverse sobre qué está haciendo y sólo nos enteremos de su acción por la prensa extranjera. Hay un evidente temor de informar, de decir cuáles son sus compromisos, que actuó en una acción concertada con Estados Unidos e Italia, que Estados Unidos por el acuerdo de Mérida está ocupando una posición preponderante en México y ya tiene el poder de decirnos qué se debe hacer y qué no, cuándo se debe obedecer y cuándo se puede disentir. Más de la mitad de las informaciones que nos alcanzan son filtraciones de alguna institución gubernamental.
Cuando se pide la unidad del país, no se puede pedir que éste la haga, porque si por ahora el señor Calderón solicita que se haga en torno al PAN después de advertir la división de México por culpa de los partidos. Ésta puede ser una fuerza divisiva, de ahí viene su nombre: agrupan a una parte de la población. Sólo los dictadores se atreven a hablar en nombre de toda la nación. Cuando el señor Calderón se pronuncia en nombre de México debería aclarar que nunca ha estado todo México tras él, por más que unas encuestas de encargo den unas cifras de fantasía, sólo superadas por las de su colega colombiano.
El temor es que las aguas vuelvan a su cauce normal para que el río siga corriendo como hace ya años lo viene haciendo con su cauda de asesinatos, robos, raptos y drogas, con un temor creciente del porvenir. No se sabe si los tiempos futuros serán peores.
El elemento esencial en este caos es el Ejército. Tener que ocupar una ciudad como ahora ocupa Morelia no es su papel, al militar no le cuadra el papel de policía, el servicio de orden. Ya le bastó el tener que ocuparse en el 68 de cumplir con una misión para la que no había sido creado y, como todo lo que se sale de su cauce natural, le lleva a la impopularidad. Se sabe la impopularidad irremediable de la policía y de su necesidad, del abuso de la autoridad para manejar ese cuerpo. Tan pronto como una sociedad lo necesita, se encuentra inmediatamente al culpable y éste resulta ser la policía. Es, casi siempre la víctima propiciatoria del orden público: en ella se refleja, quiérase que no, la sociedad. Si hay corrupción entre los miembros de este cuerpo es porque la hay en la sociedad, la inmoralidad pública no nace en la policía, nace en la sociedad y los grupos que la componen: los sindicatos son los primeros acusados. Coparmex es un sindicato, que sean los principales beneficiarios de la distribución de la riqueza no le quita su carácter sindical, como las otras cámaras industriales, comerciales y empresariales en general. Mientras estos hombres tuvieron una relación no democrática, corrupta y autoritaria con unos líderes venales, aquello era una relación idílica, modélica, inmejorable. Puede ser que Napoleón Gómez Urrutia no sea lo más deseable como líder, como tampoco lo son los señores del Grupo México. La contestación dada por las autoridades canadienses a la solicitud de extradición de Napoleón Gómez Urrutia bastó para que el Secretario del Trabajo se callara. No sabemos por desgracia si de una vez por todas. El señor Calderón se fue a Nueva York a hablar de la pobreza y sus calamidades. No se puede negar que este hombre tiene sentido del humor.
martes, 9 de septiembre de 2008
EL SOBRINO DE RATURO MONTIEL
Peña Nieto: el proyecto de la mafia
Alvaro Delgado
MEXICO, DF, 8 de septiembre (apro).- Los publicistas fueron contratados para hacer de él, al costo que sea, un maniquí de lujo: ostensible la carga de maquillaje que encubre las imperfecciones del rostro y abundante el gel para modelar el peinado que evoca a Fernando Gutiérrez Barrios, viste trajes y camisas de corte y color precisos.
Y es que Enrique Peña Nieto, gobernador priista del Estado de México, es un acabado producto del dinero, que todo lo fabrica: su corta estatura se suple con tomas que lo hacen ver como un gigante y su juventud se capitaliza con un atuendo en oscuros combinados con blanco, que lo proyectan maduro y ejecutivo.
Pero detrás de la multimillonaria parafernalia --en radio, televisión, Internet e impresos-- que lo presenta como un gobernante escrupuloso y eficaz, con tamaños para ser presidente de México, habita un político tradicional: taimado y truculento, represor y gazmoño, capaz de todo para conquistar y retener el poder.
Lo conocí personalmente hace cuatro años: la tarde del 5 de agosto del 2004, en el restaurante Balmoral del hotel Presidente Chapultepec, lugar puesto de moda por Elba Esther Gordillo y Jorge Castañeda entre políticos de su misma talla, usuarios habituales del corredor Polanco-Condesa-Santa Fe.
Busqué a Peña Nieto para consultarle sobre la política en el Estado de México, en particular sobre las elecciones de 2005, ante las que el Partido Acción Nacional (PAN) llevaba la delantera, a pesar de las costosas campañas del gobernador Arturo Montiel, envuelto en escándalos de corrupción y de constantes ausencias de la entidad por su romance con Maude Versini.
Peña Nieto, quien era entonces coordinador de los diputados priistas locales --después de haber estado en el gobierno de Montiel como subsecretatrio de Gobierno y secretario de Administración--, prefirió ese restaurante a Toluca para la entrevista, en la que se escabullía, con los muy priistas formulismos, de una definición sobre su búsqueda de la candidatura a gobernador.
Por supuesto, una de sus expresiones fue que, como todo político, su "deseo mayor" era servir a su pueblo desde cualquier trinchera. "Mi interés es hacer política y poder servir", dijo, muy ceremonial.
--¿En serio, diputado?
"Es en serio. Digo, no hay político del estado que se jacte de hacer política que no aspire a la mayor magistratura, que ser gobernador. ¿Cuándo? ¿Cómo?, dependerá de las circunstancias".
--¿Hay circunstancias hoy?
"Si las circunstancias favorecen, entonces yo tomaré una definición respecto del tema".
--¿Cuándo?
"Cuando el partido tome las reglas para la definición de su candidato. Y ahí le mide uno el agua a los camotes. Hay chance o no. Porque no estaría en condición de ser juego o comparsa de algo".
--¿Hoy hay comparsas? ¿Quiénes son?
"Se han dado en la política siempre. Espero que no se dé en el estado. Hoy tenemos que jugar los priistas de manera inteligente. Sí estoy convencido que cualquier proyecto que el partido avale, es el que tenemos que respaldar todos los priistas. Si llega a haber una fractura, si alguien se resta de apoyar, podríamos correr un riesgo mayor".
La política priista bullía entonces: Isidro Pastor, Navarrete Alfonso Prida, Manuel Cadena y hasta Carlos Hank Rhon aspiraban a la candidatura priista, pero Montiel perfilaba como su delfín a Peña Nieto, conocido como uno de los Golden Boys, un grupo de jóvenes incrustados en el gobierno. "Es un apelativo al que no le doy importancia. No me gusta, pero tampoco voy a impedir que se use", decía.
Sobre sus adversarios internos, Peña Nieto decía: "Todos juegan, todos tienen más y menores posibilidades. Yo veo a todos jugando".
--¿Incluyéndolo a usted?
"Metido en la ecuación, no me desagrada. No puede desagradarte estar en una ecuación en la búsqueda de la perspectiva más importante del estado. Pero en política es cosa de tiempos y circunstancias".
--Ustedes los priistas son acartonados, tortuosos y expertos en escabullirse para las definiciones.
"¿La pregunta concreta es si yo aspiro?"
--Pues sí, ¿a usted le interesa?
Meditó durante unos segundos, posó su mirada en el piso y respondió: "Repito, no hay político a quien no le guste o quien haga política y que no aspire a esa responsabilidad mayor".
--O sea que sí.
"Si así lo deduces, dedúcela así".
--Es una conclusión lógica.
"Yo te diría: el interés mayor, mi definición se hará hasta que el partido tenga reglas clara sobre esto. Pero puedo decir algo más: soy un priista convencido de mi militancia, de mi partido, y más que pensar en lo que tenga o quiera, quiero estar a las órdenes de mi partido. Yo he aprendido y me he formado en esta disciplina partidaria y, más allá de lo que uno quiera, es lo que el partido quiere y desea para uno. El partido te va marcando rumbos. Aquí poco importará lo que yo quiera".
--Insisto: tiene usted 38 años y se comporta como alguien de 60.
"No, puede no convencerte, pero estoy convencido de esa disciplina partidaria, que ha sido una fortaleza de los priistas. No quiere decir que no se pueda, internamente, diferir. Se vale. Pero a final de cuentas debe imperar una disciplina partidaria".
Y soltó una larga explicación sobre la "disciplina", igual a la castrense y eclesiástica: "En la historia hay ejemplos: el Ejército y la Iglesia, y el PRI. Eso le dio 70 años de fortaleza. Creo que cuando se relajó esa disciplina partidaria, que verdaderamente se relajó y empezó a haber escisiones, fracturas, es cuando empezamos a tener descalabros."
Al final, Montiel concretó su proyecto: impuso a Peña Nieto, su sobrino y sobrino del exgobernador Alfredo del Mazo, a cambio de la impunidad de las raterías, plenamente acreditadas, en el gobierno.
Y ahora, justamente en el mismo esquema de complicidades, el gobernador del Estado de México --quien el viernes pasado rindió su tercer informe de gobierno-- se perfila como un prospecto en apariencia menos vulnerable que Manlio Fabio Beltrones para que el PRI recupere, en el 2012, la Presidencia de la República.
En el proyecto para impulsar a Peña Nieto están alineados dos prominentes ejemplares de la mafia política, Carlos Salinas y Elba Esther Gordillo, pero también conglomerados empresariales, del país y del extranjero, notablemente España. Es decir, la misma coalición de intereses que llevó a Felipe Calderón al cargo formal en el que hace el ridículo.
La unción de Peña Nieto será lo que estará en riesgo dentro de tres años, cuando deje la gubernatura, justo un año antes de la contienda presidencial del 2012, aunque él ya tiene discurso:
"Sigo pensando en la sabiduría del partido. En el partido, como no ocurre en otro, opera en estas decisiones, siempre, una magia partidaria que envuelve a los priistas. Cuando hay definición llega a haber claridad entre la militancia, que busca claridad en las definiciones."
--Parece una expresión de los sesenta, de Alfonso Martínez Domínguez.
"Forma es fondo -respondió Peña--. No perdamos la forma".
Tal cual.
Alvaro Delgado
MEXICO, DF, 8 de septiembre (apro).- Los publicistas fueron contratados para hacer de él, al costo que sea, un maniquí de lujo: ostensible la carga de maquillaje que encubre las imperfecciones del rostro y abundante el gel para modelar el peinado que evoca a Fernando Gutiérrez Barrios, viste trajes y camisas de corte y color precisos.
Y es que Enrique Peña Nieto, gobernador priista del Estado de México, es un acabado producto del dinero, que todo lo fabrica: su corta estatura se suple con tomas que lo hacen ver como un gigante y su juventud se capitaliza con un atuendo en oscuros combinados con blanco, que lo proyectan maduro y ejecutivo.
Pero detrás de la multimillonaria parafernalia --en radio, televisión, Internet e impresos-- que lo presenta como un gobernante escrupuloso y eficaz, con tamaños para ser presidente de México, habita un político tradicional: taimado y truculento, represor y gazmoño, capaz de todo para conquistar y retener el poder.
Lo conocí personalmente hace cuatro años: la tarde del 5 de agosto del 2004, en el restaurante Balmoral del hotel Presidente Chapultepec, lugar puesto de moda por Elba Esther Gordillo y Jorge Castañeda entre políticos de su misma talla, usuarios habituales del corredor Polanco-Condesa-Santa Fe.
Busqué a Peña Nieto para consultarle sobre la política en el Estado de México, en particular sobre las elecciones de 2005, ante las que el Partido Acción Nacional (PAN) llevaba la delantera, a pesar de las costosas campañas del gobernador Arturo Montiel, envuelto en escándalos de corrupción y de constantes ausencias de la entidad por su romance con Maude Versini.
Peña Nieto, quien era entonces coordinador de los diputados priistas locales --después de haber estado en el gobierno de Montiel como subsecretatrio de Gobierno y secretario de Administración--, prefirió ese restaurante a Toluca para la entrevista, en la que se escabullía, con los muy priistas formulismos, de una definición sobre su búsqueda de la candidatura a gobernador.
Por supuesto, una de sus expresiones fue que, como todo político, su "deseo mayor" era servir a su pueblo desde cualquier trinchera. "Mi interés es hacer política y poder servir", dijo, muy ceremonial.
--¿En serio, diputado?
"Es en serio. Digo, no hay político del estado que se jacte de hacer política que no aspire a la mayor magistratura, que ser gobernador. ¿Cuándo? ¿Cómo?, dependerá de las circunstancias".
--¿Hay circunstancias hoy?
"Si las circunstancias favorecen, entonces yo tomaré una definición respecto del tema".
--¿Cuándo?
"Cuando el partido tome las reglas para la definición de su candidato. Y ahí le mide uno el agua a los camotes. Hay chance o no. Porque no estaría en condición de ser juego o comparsa de algo".
--¿Hoy hay comparsas? ¿Quiénes son?
"Se han dado en la política siempre. Espero que no se dé en el estado. Hoy tenemos que jugar los priistas de manera inteligente. Sí estoy convencido que cualquier proyecto que el partido avale, es el que tenemos que respaldar todos los priistas. Si llega a haber una fractura, si alguien se resta de apoyar, podríamos correr un riesgo mayor".
La política priista bullía entonces: Isidro Pastor, Navarrete Alfonso Prida, Manuel Cadena y hasta Carlos Hank Rhon aspiraban a la candidatura priista, pero Montiel perfilaba como su delfín a Peña Nieto, conocido como uno de los Golden Boys, un grupo de jóvenes incrustados en el gobierno. "Es un apelativo al que no le doy importancia. No me gusta, pero tampoco voy a impedir que se use", decía.
Sobre sus adversarios internos, Peña Nieto decía: "Todos juegan, todos tienen más y menores posibilidades. Yo veo a todos jugando".
--¿Incluyéndolo a usted?
"Metido en la ecuación, no me desagrada. No puede desagradarte estar en una ecuación en la búsqueda de la perspectiva más importante del estado. Pero en política es cosa de tiempos y circunstancias".
--Ustedes los priistas son acartonados, tortuosos y expertos en escabullirse para las definiciones.
"¿La pregunta concreta es si yo aspiro?"
--Pues sí, ¿a usted le interesa?
Meditó durante unos segundos, posó su mirada en el piso y respondió: "Repito, no hay político a quien no le guste o quien haga política y que no aspire a esa responsabilidad mayor".
--O sea que sí.
"Si así lo deduces, dedúcela así".
--Es una conclusión lógica.
"Yo te diría: el interés mayor, mi definición se hará hasta que el partido tenga reglas clara sobre esto. Pero puedo decir algo más: soy un priista convencido de mi militancia, de mi partido, y más que pensar en lo que tenga o quiera, quiero estar a las órdenes de mi partido. Yo he aprendido y me he formado en esta disciplina partidaria y, más allá de lo que uno quiera, es lo que el partido quiere y desea para uno. El partido te va marcando rumbos. Aquí poco importará lo que yo quiera".
--Insisto: tiene usted 38 años y se comporta como alguien de 60.
"No, puede no convencerte, pero estoy convencido de esa disciplina partidaria, que ha sido una fortaleza de los priistas. No quiere decir que no se pueda, internamente, diferir. Se vale. Pero a final de cuentas debe imperar una disciplina partidaria".
Y soltó una larga explicación sobre la "disciplina", igual a la castrense y eclesiástica: "En la historia hay ejemplos: el Ejército y la Iglesia, y el PRI. Eso le dio 70 años de fortaleza. Creo que cuando se relajó esa disciplina partidaria, que verdaderamente se relajó y empezó a haber escisiones, fracturas, es cuando empezamos a tener descalabros."
Al final, Montiel concretó su proyecto: impuso a Peña Nieto, su sobrino y sobrino del exgobernador Alfredo del Mazo, a cambio de la impunidad de las raterías, plenamente acreditadas, en el gobierno.
Y ahora, justamente en el mismo esquema de complicidades, el gobernador del Estado de México --quien el viernes pasado rindió su tercer informe de gobierno-- se perfila como un prospecto en apariencia menos vulnerable que Manlio Fabio Beltrones para que el PRI recupere, en el 2012, la Presidencia de la República.
En el proyecto para impulsar a Peña Nieto están alineados dos prominentes ejemplares de la mafia política, Carlos Salinas y Elba Esther Gordillo, pero también conglomerados empresariales, del país y del extranjero, notablemente España. Es decir, la misma coalición de intereses que llevó a Felipe Calderón al cargo formal en el que hace el ridículo.
La unción de Peña Nieto será lo que estará en riesgo dentro de tres años, cuando deje la gubernatura, justo un año antes de la contienda presidencial del 2012, aunque él ya tiene discurso:
"Sigo pensando en la sabiduría del partido. En el partido, como no ocurre en otro, opera en estas decisiones, siempre, una magia partidaria que envuelve a los priistas. Cuando hay definición llega a haber claridad entre la militancia, que busca claridad en las definiciones."
--Parece una expresión de los sesenta, de Alfonso Martínez Domínguez.
"Forma es fondo -respondió Peña--. No perdamos la forma".
Tal cual.
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